domingo, 22 de mayo de 2016

El campo de Flores..

Cuando era niño yo disfrutaba de las cosas mas simples de la vida, no necesitaba tener juguetes caros ni lo ultimo en tecnología, yo era feliz con el simple hecho de visitar diariamente un campo de flores que estaba muy cerca de mi casa, y no solamente lo hacía yo, mi mejor amigo Daniel me acompañaba todos los días, realmente al menos 20 o 25 niños y niñas del área nos sentábamos allí a tomar el aire de la tarde entre esas hermosas flores, era un lugar mágico.
Era fabuloso ver a tantos de los niños del pueblo, se puede decir que estábamos casi hipnotizados por estar allí, solo cenábamos, hacíamos la tarea y salíamos al campo. Lo que nos encantaba era sentir la hierba, la tierra y las raíces debajo de nuestros pies, era como si el campo acariciara nuestros piececitos, casi no podíamos ver el suelo, ya que la hierba lo cubría todo, pero aveces es mejor sentir que ver, y lo que sentíamos era algo que nos hacia cerrar nuestros ojos de placer, todos nos sentábamos descalzos a sentir la caricia del suelo.
A nuestros padres no les gustaba que fuéramos de noche, pero había que hacerlo, de noche era aun mas especial, al parecer de noche aparecían unos hongos…era muy extraño…bueno!…yo les llamaba hongos, porque era muy oscuro para verlos claramente, pero los arrancábamos con los dedos y los comíamos pedacito a pedacito, tenían un sabor muy bueno, y eran muy suaves, las raíces que podíamos sentir eran algo duras, y creo que habían agujeros, pero era lo de menos. Por mucho tiempo estuvimos disfrutando de aquel lugar.
Pero al cabo de un tiempo cosas raras comenzaron a pasar, una noche mirando por mi ventana, me pareció ver a Daniel caminar por la calle en la oscuridad y meterse al campo, seguro se había escapado de casa, y yo no lo iba a delatar, así que aunque lo vi un poco raro, como sonámbulo, preferí no llamarlo, ya que haría ruido, despertaría a todos y lo descubrirían, así que simplemente me fui a dormir.
Al día siguiente, Daniel no fue al colegio, me preocupé porque el no faltaba nunca, al ir a su casa, a preguntar a sus padres, los encontré consternados, sin tener idea de donde podría estar Daniel, yo como apenas era un niño, me asusté, y aún así no dije haberlo visto. En los días siguientes, muchos otros niños que acostumbraban a ir al campo a pasar la tarde, comenzaron a desaparecer. Al parecer a muchos los vieron por ultima vez cerca de aquel lugar, mi madre ya me había prohibido salir de la casa, pero aunque yo también estaba algo nervioso, ya que pensaban que tal vez era algún roba chicos, había algo que me impulsaba a ir al campo, yo no me podía resistir, tenía que regresar a sentir esas caricias en las plantas de mis pies, y comer esos riquísimos hongos.
Así que aprovechando que mi madre ya dormía me escapé, y luego de caminar por la calle, pude poner mis pies descalzos en el campo de flores, la sensación era de un placer inmenso, algo que no podía explicar, me adentre y me senté en el suelo entre las flores, enseguida sentía el placer en mis pies, bajé mi mano y comencé a comer de aquellos deliciosos hongos. Pero algo me sacó de mi éxtasis, cuando sentí como algo sujetaba mi pierna, intenté levantarme y fue cuando algo me mordió muy fuertemente, estaba tan asustado que grité lo mas fuerte que pude, hasta que logré zafarme, corrí desesperadamente sin parar hasta salir del campo, no sin sentir como constantemente algo trataba de sujetarme, con todo el escándalo que hice, logré despertar a mi madre y a muchos de los vecinos, mi madre me atrapó entre sus brazos, mientras yo lloraba y le pedía perdón. Sin embargo al revisar mi pierna tenia la marca de unos dedos y una mordida aterradora.
Los vecinos llamaron a la policía, y yo conté todo lo que sabía, aunque estuviera temblando de miedo, al amanecer, la policía ordenó destruir el campo, trayendo un tractor de esos parar arar el campo, no niego que sentí algo de tristeza, pero mientras esto sucedía, nadie estaba preparado para lo que nuestros ojos iban a descubrir debajo de todas las bellas flores, habían manos cadavéricas semi desenterradas,las cuales nos daban esas caricias, pedazos de piel y dedos, los cuales eran los supuestos hongos que todos comíamos, habían bocas algunas con dientes, seguro las que me atacaron, al parecer resultó ser algún antiguo cementerio maldito, el ambiente se llenó de un olor nauseabundo, ya nada era lo que ese lugar embrujado nos hizo creer que era, las flores solo eran la fachada del terror que se ocultaba debajo.
Todos estaban llorando, aterrados de ver como todos los niños desaparecidos, aparecían uno a uno muertos sujetados por aquellas manos mientras trataron de escapar, a algunos les faltaban partes que ya habían sido comidas por aquellas bocas espeluznantes.
Han pasado mas de 20 años desde que mi infancia fue brutalmente destruida, de ese lugar creo que ya no queda nada, pero yo mantengo un recuerdo eterno de mi amigo Daniel, conservando la marca de su mano, y la mordida de su boca en mi pierna.

martes, 17 de mayo de 2016

Melodía de un horror...

Eran exactamente las 3 de la mañana, la hora de las brujas según lo que cuentan, aunque yo personalmente no creo en esas supersticiones, pero la penumbra lo envolvía todo en un siniestro abrazo, dotando el espacio de fantasmas y otras ilusiones tenebrosas de cuerpo invisible, formadas por la casi inexistente luz de una luna apenas visible por la masa de nubes y las abundantes sombras. Reflexionando un poco, puedo hacerme una idea de cómo surgió esta leyenda que mencione al principio. Sin embargo yo no tenía miedo, ni si quiera inquietud, muy por el contrario, estaba en total calma, es más, estaba flotando en un hipnótico deleite.
Una melodía, un fino canto, que llenaba el aire de una atractiva dulzura, me sacó de mi sueño suavemente, era como un cálido amanecer después de una fría noche, mis dichosos oídos eran llamados por esa caricia, invisible pero sonora, a la que sentía una imperiosa necesidad de acudir. Buscaba con torpes manos, tocando la nada en medio de la oscuridad, a la fuente de la que procedía esa dicha, a mí mente se venía la imagen de una hermosa joven, muy esbelta, alzando ligeramente su pequeña cabeza, de sedoso cabello al viento, una corriente de viento procedente de un desconocido rincón de mi excitada imaginación, con su pecho levantado para mantener con ternura el aire acumulado en sus prodigiosos pulmones, mientras sus rojos labios suaves como pluma, abiertos de par en par, dejaban fluir un río de tibias y seductoras notas. Si no fuera por mi estado actual, quizás ni siquiera hubiese tenido el valor de poner un solo pie fuera de la cama, ya que esto es verdaderamente extraño, ¡imposible!, ¡espantoso!…pero es irresistible, no puedo hacer más que dejarme llevar.
Estoy caminando casi a ciegas por mi dormitorio, buscando a la desconocida mujer, reproductora de sueños e ilusiones, siento la cálida alfombra bajo mis desnudos pies, y a la melodía cada vez más cerca, lo que me provoca una alegría que crece dentro de mí, a medida que sé que me estoy acercando, mi mano, que fortuna, mi mano al fin dio con algo: ¿Qué es esto?, en lugar de tocar algún rostro de piel joven y tersa, o suave cabello como seda, lo que toco es una superficie pulida, fría pero suave, la voz proviene de aquí: ¿Acaso habré dado con la única ventana de la pieza y ella está al otro lado del cristal?, imposible, mi dormitorio está en el segundo piso, esto debe de tratarse de un sueño, un sueño que parece tan real que llega a engañar a mis sentidos, por supuesto, un magnifico sueño, por fin dulce criatura, mis ojos tendrán también la dicha de deleitarse con tu angelical imagen, no dependeré más de las falsas ilusiones de mi desesperada mente que urge por encontrarte, no dejes tu bello canto, que pronto estaré contigo, y cuando despierte, la luz del amanecer me saludará con tu recuerdo pegado en mí conciencia, y en mí estado de vigilia sabré que fuiste una señal de que mi día será un gran día, solo tengo que abrir la ventana para acercarme a contemplarte con más claridad.
Pero de un segundo a otro, mi alegría que estaba por estallar esparciéndose por todo mi cuerpo, fue reemplazada por una mezcla de temor y curiosidad, pues mi mano que tocaba la superficie, ahora se hunde en el vidrio, el cristal se funde, sin embargo esta cómodamente tibio, como si en lugar de vidrio fuese solo una fina capa de líquido espeso, o más bien un delgado muro, el cual acabo de atravesar con mi mano hacia el otro lado, al intentar abrir la ventana me llevo otra gran sorpresa, no se trataba de la ventana, era el espejo, me sobresalto con un estremecimiento, un frío que me recorre toda la espina dorsal y la duda me asalta, pero me aferro confiado a la idea de que es solo un sueño, solo tengo que esperar a que mi reloj biológico de la señal a mi cerebro para abandonar el mundo onírico.
¡¿Qué mierda es esto?! .El horror por fin se hizo presente, llego como un asesino, atravesó la puerta de mi dormitorio en silencio, y violentamente apuñalo mi pobre alma, mientras mi cara se deforma con horror a la vez que profería con un desesperado grito, aquella frase. Una gélida mano, húmeda y resbalosa, se aferra a la mía con furia, mientras un repulsivo olor a agua salada, combinado con el nauseabundo olor de una tumba colectiva, donde asquerosos cadáveres putrefactos se apilan, la carne resbalando una sobre otra, mientras retorcidos gusanos se alimentan ansiosamente de la putrefacción. El terrible hedor envuelve mi nariz, invade mí sentido del olfato y revuelve mi estómago, las ganas de vomitar son casi insoportables, pero tengo que resistirlo, con enormes tragos de saliva mantengo mis nauseas a raya.
Esa cosa me jala hacía el otro lado, tiro con todas mis fuerzas, pero parece inútil, y como si fuera poco el horror aumenta mientras mis esperanzas se reducen a velocidad de un rayo, siento que otra terrible extremidad me aprieta el cuello, acompañado de un aliento asqueroso, cálido con olor a sangre, al mismo tiempo dos puntos brillantes de color verdoso que me recuerdan a un par de macabros ojos, parecen examinarme, pero lo peor de todo, no es el fétido olor que invade el ambiente, no son esas bestiales manos frías como agua helada que me sujetan con furia, ni siquiera son aquellos horrendos “ojos” inhumanos a un par de centímetros de mi rostro, no, lo peor es que no se trata de una espantosa pesadilla, se trata de una espantosa realidad sobrenatural, por dios. No voy a resistir, quisiera gritar esperando recibir algún tipo de ayuda, pero aunque lo hiciera no serviría de nada, nadie vendrá a ayudarme, vivo solo en un lugar apartado, fuera de la ciudad, el excentricismo de mi persona me hace desear la soledad, un espacio personal solo para mí, ahora me arrepiento de esta particular característica en mi personalidad, no quiero morir y menos así, maldita sea este espejo, también me arrepiento de haberlo comprado, si logro salir vivo, me desharé de este monstruoso objeto, pero el engañoso monstruo me arrastra, no…eso es, solo tengo que alcanzar esa tijera que dejé anoche sobre el escritorio, y todo habrá terminado, estaré a salvo. Ya la tengo. Un grito escalofriante, uno que jamás había escuchado en mi vida, había dolor, furia, y odio en aquel chillido.
Ya amanece, el primer rayo de sol entra por la ventana, y yo sigo aquí, sentado en el suelo frente al espejo, inmóvil, con el corazón exaltado, inhalando y exhalando con mucha rapidez el aire frío del ambiente, siento como mis pulmones se hinchan por las grandes bocanadas de aire, tengo que limpiar el piso, pues no importa cuánto mantuve mis nauseas, al final no pude aguantar más la repulsión de esa cosa, también tengo que bañarme y lavar mi ropa, pues tengo impregnada la sangre de ese horripilante ser en mi, la cual me salpico cuando le clave la tijera, en lo que ahora sé con certeza, era uno de sus ojos.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Ojos Rojos...

Llevo siendo niñera desde hace más de 40 años, es un trabajo reconfortante, porque me gustan los niños, la familia con que ahora trabajo son los Gómez, conformados por Saúl, el padre, Mariana, la madre y el pequeño Óscar de 6 años quien es mi responsabilidad cuando sus padres salen por cuestión de trabajo, y esta es mi historia con ellos.
Una noche en la que llovía, el pequeño Óscar salió a escondidas a la cocina porque tenía hambre, cuando escuchó un ruido que no era parecido a un trueno, sino que se asemejaba al gruñido de un animal que acechaba a su presa, el pequeño niño buscó por todas partes sin encontrar la procedencia de aquel extraño ruido, así que siguió en lo suyo.
Se encontraba tan enfocado buscando el helado en la nevera que casi tiró la cubeta de sus manos, cuando un segundo gruñido provino de algún lugar a sus espaldas, al girarse en la oscuridad pudo divisar ese par de ojos rojos que se alzaban a una altura de 2 metros del suelo, el pequeño tiró todo al suelo y salió corriendo, yo lo encontré escondido bajo su cama unos minutos después y al llegar sus padres contó lo sucedido y por supuesto que no le creyeron.
Cuando me dejaron solo con él lo intenté consolar y mientras más lloraba y temblaba de miedo más fuerte era el deseo, ¿Mencione por qué me gustan los niños?, creo que no, mientras me dirigía a la puerta después de que Oscar había sido alcanzado por el sueño pensaba en su sabor, el sabor de los niños mientras más aterrados se encuentran, oh si, tendría que aparecer 2 o 3 veces más ante el pequeño, antes de que comience a tener ese sabor que tanto me gusta, me detuve antes de girar el picaporte y mi reflejo me devolvía la mirada a través del espejo colocado a un lado de la puerta, mis ojos volvían a brillar de un rojo intenso, comenzaba a tener hambre...

lunes, 2 de mayo de 2016

2/2 "Gula"

Mario se desplomó sobre la mesa, exhaló el último suspiro, y su boca quedó contraída en una enorme mueca de satisfacción, de hombre pleno, había muerto comiendo el mejor plato que había probado en su vida y se lo había acabado todo.
Él vivía solo, no hablaba con sus vecinos, pero el misterioso olor que manaba por las ranuras de la puerta e invadía la tercera planta del número 26 de la Calle Serrano fue lo que llamó la atención de Doña Concha, una entrañable anciana con principios de demencia, que había recordado que 911 era el número de teléfono de la policía y les había comentado los extraños olores de la casa de su vecino.
Tras las comprobaciones pertinentes, la Policía Judicial, acompañada de miembros del S.A.M.U.R., y el forense entraron preparados para ver levantar el cadáver pero encontraron una escena dantesca.
Dos de los policías más jóvenes no pudieron controlarse y salieron a vomitar a las escaleras, ante el asombro de varios vecinos. El Subinspector miraba atónito el escenario y paseaba su mirada de Mario a la mesa y de la mesa a Mario atando los hilos de aquella historia grotesca.
¿Cómo podía pasarle aquello a una persona tan joven? Incluso, ¿cómo podía pasársele a nadie aquello por la cabeza? El Subinspector Álvarez estaba sorprendido ante la brutalidad del hecho en si, el impacto de la imagen – que estaba seguro de que le acompañaría en las terribles noches de pesadillas – había sido brutal.
El forense, pese a haber visto casi de todo, también parecía sorprendido. Él calificaba la escena como “algo de película” y meneaba la cabeza mientras tomaba muestras diversas y calculaba la hora en la que Mario había dejado de respirar.
La autoridad judicial, con la orden de levantamiento del cadáver, miraba impactado la escena. Había acudido a muchos escenarios a dar la orden pero estaba perplejo en aquella ocasión, asqueado hasta la nausea trató de agilizar los trámites tapándose la nariz con un pañuelo de tela empapado en colonia Brummel.
Todos los presentes estaban asqueados y estupefactos. Por norma general, aquello era lo último que una persona en su sano juicio haría. El forense certifico la hora de la muerte, y explicó que tendría que tomar muestras del contenido del estómago pese a que todos los presentes – incluido el mismo – estaban seguros del contenido.
– Es una patología muy rara pero hay casos documentados, en fin, es muy puntual que los caníbales hagan esto, pero alguno que otro se ha autofagocitado a si mismo. Lo increíble es todo lo que pudo comer, debió sufrir unos dolores inmensos, este hombre sin duda alguna estaba muy perturbado o decido. No sé qué será peor. Lo dejaré registrado para los anales de la historia, es lo más raro que he visto en diez años y no creo que nada lo supere. – el forense estaba a caballo entre quien había descubierto un enorme misterio para la humanidad y el antropólogo que llevaba dentro. Se alejó sin dejar de hablar por lo bajo, sin duda increíblemente consternado por la noticia.
– Es de locos. – murmuró el subinspector Álvarez – De locos.
Pese a lo horrendo de la situación había algo de fascinante, aquel hombre, Mario, se había comido a sí mismo empezando por el brazo izquierdo, parte del abdomen y una enorme porción del muslo. Había muerto desangrado mientras comía los filetes de su propio cuerpo y lo peor de todo, lo que más se le había quedado grabado en la mente del subinspector, era aquella enorme sonrisa en la cara de Mario, completa y absoluta felicidad por tener el estómago lleno. Al parecer, sí era posible morir de gula...

Fuente: 
https://www.facebook.com/Creepypastasdealexskenedy/?fref=nf 

1/2

Canturreaba feliz aquella tarde. Se había puesto el mejor de sus delantales y estaba entusiasmado con la idea de ponerse a cocinar y darse una buena comilona en la cena de su cumpleaños.
Buscó concienzudamente en la alacena las especias que mejor acompañaban aquel plato de carne. Ilusionado como estaba, procedió a ordenar los frascos de cristal sobre la encimera en orden alfabético. Luego se paró a contemplar lo que había organizado con una sonrisa de satisfacción.
Después hizo un repaso mental: sartén, espumadera, fondue, pinchos, tenedor de carne, cuchillo de carne, cerillas para la cocina de gas, trapo. Tenía todo preparado y a mano. De nuevo se sorprendió de lo organizado que era para aquellas cosas.
Último repaso mental antes de empezar el ritual de cocina. Ingredientes, a saber, aceite, sí, carne, sí, condimentos, sí, salsas, sí, tomates naturales, sí. Todo listo.
Con una cara de ensoñación y concentración, como aquella que los artistas tienen mientras paren la obra que marcará sus vidas, Mario comenzó a preparar su banquete. Fileteó la carne y entonces comenzó a dolerle el brazo izquierdo, de forma punzante y aguda, los tendones se tensaron, el corazón bombeo más sangre debido a la tensión y el centro del dolor de su cerebro le lanzaba órdenes intensas.
La cara de felicidad de Mario se vio interrumpida por una sensación de dolor y enfado. No podía creer que aquella pequeñez arruinase su cena, su obra maestra. Pese a lo que sus sentidos le decían, que parase, que fuese a un médico, desatendiendo a la razón, él siguió cocinando. A medida que seguía preparando el mejor plato de carne que jamás había probado, el dolor aumentaba en intensidad, había subido del antebrazo al brazo y ahora se aproximaba al hombro, el brazo paralizado a causa de las punzadas, pero en la mente de Mario aquello se desvanecía dando prioridad al hambre que tenía, a las ganas de probar aquel plato.
Siguió dorando la carne, el dolor ahora se había apoderado de su abdomen, obligándole a inclinarse sobre la sartén para poder seguir adelante con su objetivo. Serio, centrado, sin cejar en su empeño. Incluso cuando el dolor había empezado a bajar por el muslo, rumbo a la rodilla, él siguió flexionado, con el rostro reflejado en el aceite, abriendo sus poros a base de vapor de aceite de oliva.
Al calvario al que le sometían sus emociones no podía impedir que Mario, maltrecho y encorvado llevase la fuente de carne dorada hacia la mesa, ni que preparase los tomates para acompañar, ni que abriese los tarros de salsas del mundo para carne, ni que tomase asiento y contemplase su obra.
Mario, a pesar del suplicio que pasaba, decidió seguir adelante y probar el delicioso plato. Ya habría tiempo para otras cosas. Cortó con dificultad un trozo de carne, lo pinchó con el tenedor y se lo llevó a la boca. Con cuidado, con una precisión de médico, introdujo el bocado cumbre de su vida como chef amateur. Y fue como lo había esperado, delicioso, jugoso, era la carne más tierna y fresca que había probado jamás. Además, provenía de una fuente de increíble confianza, cuidada y mimada con esmero durante años.
Y entonces, una fuerte desazón le invadió, nadie más era digno de probar aquel plato, era suyo, para él, delicioso, increíble y único.
Mario probó un bocado tras otro hasta terminar toda la carne que había fileteado para el momento, pero tenía más, y el hambre no paraba, al igual que el dolor que le impedía mover ya la parte izquierda de su cuerpo. Siguió fileteando carne en trozos pequeños, esta vez pasándolos en la fondue y acompañándolos con las salsas, era algo maravilloso y sólo lo disfrutaba él, sentía que no podía parar y no lo hizo.
Entonces ocurrió.